29/08/2014

«Cancionero» (o la noche en que el Municipal se embriagó de Lemebel)


Más de 400 personas coparon la Sala Arrau del Teatro Municipal que se rindió ante la crónica furiosa del talentoso escritor nacional.


Pedro Lemebel cruza la Sala Arrau a medio llenar y espontáneamente el público se pone de pie, lo aplaude, más de alguno grita una consigna, él lo aprueba con una sonrisa, la mano alzada saludando a todos y de paso tira un par de besos al aire. Este sería un concierto ciudadano y gratuito. La municipalidad y Lemebel así lo quisieron. Lemebel supera lo que podríamos pensar de la conducta de un escritor. Artista y performance, Lemebel es hoy todo un rock star. Todo el público que esperó por horas fuera del Municipal pudo disfrutar de un espectáculo que superó la hora y media de duración, que repletó la Sala Arrau del principal teatro de las artes escénicas del país con más de 400 admiradores de las crónicas del autor de “De perlas y cicatrices”, “Tengo miedo torero” y “Adiós mariquita linda”, entre tantos otros.

Antes de comenzar, Morgana Rodríguez, Directora de Cultura de la Municipalidad de Santiago, dio la bienvenida y las instrucciones para dejarse llevar por el universo lemebeliano que estaba por darse inicio. Todo empezó con la lectura de ”Joselito”, una crónica sobre el mítico cantante y actor español de comienzos de los sesenta. Siguieron relatos como la noche en la ópera con la ex líder del Partido Comunista, Gladys Marín, una crónica dedicada a su madre y sus visitas al Cementerio Metropolitano donde descansan sus restos, otra sobre el tango y que fue dedicada al jurado del Premio Nacional de Literatura que no logró conseguir, pese al apoyo ciudadano que concitó y que aprovechó de agradecer públicamente, así como a sus seguidores en las redes sociales y a sus lectores de siempre, mientras se intercalaban las performances de una violinista y de Dajmé, cantante y colaborador frecuente del escritor en sus presentaciones.

El público no se movió hasta el final, la ovación al término fue mayor y él, de estricto negro, tacos y cubierta su cabeza y su cuello de un pañuelo rojo furioso, se despidió feliz de su público luego de haberles regalado su cancionero corazón.

 


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