28/08/2014

Mariposas y flores amarillas en homenaje de la Municipalidad de Santiago a Gabriel Garcí­a Márquez


“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo».

Cien Años de Soledad.


Héctor Noguera de pie frente a un público cautivo y atento escuchaba un extracto de la historia de Florentino Ariza y Fermina Daza, protagonistas de “El amor en los tiempos del cólera”. Hablar de García Márquez es hablar de Macondo, de mariposas y flores amarillas, de piscinas en formas de corazón, como la que tenía en su casa en Cuernavaca y de la que hizo memoria la alcaldesa Carolina Tohá durante su alocución. También estuvieron presentes los embajadores en Chile de Colombia y México.

Un cuarteto de clarinetes de la Orquesta Juvenil interpretaron típicas composiciones colombianas como El Palito, Sábana y el Danzón Nº5. La Sala Arrau del Teatro Municipal, lugar donde se realizó el homenaje, estaba cubierta a la altura del escenario por mariposas amarillas de origami que parecían estar en pleno vuelo.

La alcaldesa Carolina Tohá reflexionó: “Me gustaría apostar que se llevó con él el enjambre de colores y el vértigo infinito poblado de personajes, y que nos dejó a nosotros, sus huérfanos, un cúmulo de personajes que no desaparecerán jamás. Para muchos, con la muerte de García Márquez, murió el mejor narrador de una suerte de biografía universal, escrita desde la óptica de un pueblo americano que pudo ser cualquiera de nuestros pueblos, un Macondo sin fronteras, que bien se puede encontrar en la curva de una montaña venezolana, en una aldea del sur de México o en un rincón esquivo del sur chileno. Todo puede ser Macondo. Y en la medida que podamos descubrir que la cotidianeidad es el misterio más grande del mundo, si uno lo sabe ver, Macondo está todos los días con nosotros”.

 

 


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